¿19 días y 500 noches?
Ese parece ser el tiempo que ha pasado desde que entró en esta malvada institución.
Pero no, sólo han sido tres horas; tres horas de terrible sufrimiento y tortura sin cesar. Y no debería ser tan difícil, la verdad, sólo era confirmar el cambio de apellidos en un par de documentos y nada más.
No sería así, sin embargo, no podía creer lo mucho que encajaban las características de la comunicación de la teoría de Henry Fayol en este lugar. Y también, tal vez Weber dijera que el proceso de burocratización era necesario para ganar eficacia e institucionalidad, pero por el momento, eficacia y eficiencia eran términos desconocidos en ese lugar. A su lado, su hermano estaba calculando ángulos de unos triángulos extraños. Al menos alguien se entretenía.
La secretaria regresó anunciando que tenían que volver al tercer piso. De muy mala gana, volvieron a subir. La sala de espera del tercer piso ya les era muy familiar, habían estado ahí al menos unas cinco veces. Y era extraño, pensó, dándose cuenta por fin que desde que habían llegado a ese lugar la novena sinfonía de Beethoven estaba sonando. ¿Cuántas horas llevaban ahí ya? Raro, muy raro.
Su hermano se quejaba, al parecer los ángulos que había calculado no eran los adecuados para ese tipo de triángulos. La sinfonía, seguía, seguía y nunca llegaba a su parte favorita. Fulminó con la mirada a los empleados de esa área quienes estaban ignorándolos olímpicamente. Y de todo pasó en los siguientes minutos; un perro andaluz pasó por ahí, y una pareja del personal de la institución discutían. El resto los escuchaba sin molestarse en disimular. Novios, al parecer; celos, parecía también. Mala cosa, deberían hacer caso a Niklas Luhmann.
El jefe apareció de pronto; todos se asustaron y lo más discretamente posible volvieron a su puesto. Mandó a llamar a la pareja y una vez desaparecieron de la vista; el resto comenzó con el tan productivo chisme. Y ellos seguían ignorados. Ahora su hermano le preguntaba si veía alguna diferencia entre el ángulo a y el e. De nuevo, no le hizo caso, entonces sin querer dirigió la vista a la ventana… y lo vio.
¿¡Un elefante blanco!? Ahí andaba contoneándose por el parqueo y parecía que tenía compañía, pero ya no le sorprendió ver quién era. Era obvio, ¿quién más sino Bawa-bawa? Cómo se había hecho amigo del elefante, jamás lo sabría…
Y recordó que Max Weber, asimismo, definía la burocracia como un instrumento de dominio social que resulta de la creciente complejidad de la sociedad, pero que acaba por esclavizar al hombre porque lo imposibilita a actuar con criterio propio. Tenía razón, admite, al menos aquí.
Respecto al trabajo compartido y en línea de producción que proponían Frederick Taylor, Henry Fayol y Max Weber, dejo aquí un video de la famosa serie “I love Lucy”. Espero ayude a ilustrar el tema, pues se observa en el clip como se da una definición exacta de los movimientos necesarios para cada uno de los empleados y también la importancia de la producción sobre todo lo demás.
1 comentario:
Gracias por el texto Xenia!!! Luego de esto vamos a pasar a ver cómo transformar esos espacios tan tediosos de los que nos hablas!
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